Hay victorias sufridas, hay victorias
holgadas, unas son merecidas y otras, puede que no, pero sean como sean,
alegrémonos y celebrémoslo, porque fuimos capaces de ganar.
Al echar la vista atrás, casi nadie
recuerda de qué forma y manera se ganó; solamente se oyen las voces de los
ganadores celebrando con sus vítores el triunfo final. Atrás quedaron los
lamentos, las quejas, los infortunios, los tropiezos y el sufrimiento, ahora es
tiempo de celebración y de jalonar a los ganadores, de dejarse llevar y de no
pensar en nada más. No podemos dejar que nadie enturbie nuestro triunfo, porque
quizás, no lo mereciéramos o contásemos con ayudas difíciles de explicar. En
nuestro aval de trofeos, sólo se hablará de la partida final y de que fuimos
capaces de ganar.
Así, suele suceder que, sin merecerlo, ahí
está la historia para hablar sólo de los ganadores; nunca se escribieron
grandes historias sobre los perdedores, aunque sus principios fuesen más
honrados y éticos, a casi nadie importa su verdad y su lealtad.
UN JALONADO ABRAZO
No hay comentarios:
Publicar un comentario