¡Hay que ver cómo hemos cambiado! ¡pensar
que un día fuimos jóvenes! Y ahora ¿qué nos queda?
Cuando nuestra edad avanza, estos
pensamientos nos invaden. Lo queramos o no, ahí están.
Con frecuencia les oímos decir a las
personas cómo han cambiado, que antes
cuando ellos eran jóvenes, hacían esto y lo otro, que podían con todo, que nada
se les resistía, aguantaban a comer y beber, a correr, a saltar o bailar; todo
un abanico de posibilidades que con el tiempo se vinieron abajo.
Queridos mayores, que un día fueron jóvenes
y, queridos jóvenes que un día serán mayores, no dejen de sentirse niños o
jóvenes, que vuestro espíritu prevalezca
joven y siempre les quede la ilusión y las ganas de disfrutar cada momento como
si fuera la primera vez.
UN ABRAZO SIEMPRE PUEDE DEJAR UN BUEN
RECUERDO.
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