Solemos elegir lo más complicado, cuando lo más lógico sería escoger lo sencillo.
¿Por qué tendemos a complicar las cosas, incluso nuestras relaciones?
¿Cuál es el beneficio que con ello obtenemos?. ¿Si no ganamos nada, para
qué complicarnos?
Así pues, seamos sencillos en nuestros actos; y
si nuestros pensamientos nos inclinan hacia lo complicado, demos un giro
sobre nosotros mismos, recapacitemos un segundo, y valoremos más lo que
tenemos y lo que somos.
UN SENCILLO ABRAZO
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