LOS ANCIANOS OLVIDADOS
Las esquinas de las calles son tu aposento y con un caminar lento, esperas prontamente el final del tiempo...
Hilos plateados cubren tu cabeza. Hilos que nacieron hace mucho tiempo.
Tu cuerpo cansado luce encorvado; tu
cabeza, agachada, y tu mirada, perdida. Porque para hoy no hay nada;
solo los recuerdos de una vida pasada, cuando tu imagen adornaba el
centro de un hogar, de una familia.
Ahora el llanto es tu imagen, sin
música, sin amor, sin calor que te acompañe; solo tu sombra, viviendo de
la misericordia de otros.
Misericordia que es como un dinosaurio, no por su tamaño, sino porque
ya se ha extinguido; misericordia que tiene olor a fósil disecado.
Cada día son más, pero que cada día
vemos menos. Delante de estas figuras olvidadas pasamos sin practicar lo
que tanto hablamos y que, con el paso del tiempo, el mismo tiempo los
ha olvidado.
Te acercas a ellos y huelen a tristeza, a
lágrimas e insomnio. Y al terminar el día, hambriento, sediento y
temblando de frío, un cuerpo débil sobre una banqueta húmeda se ha
recostado y atrapado en el frío, el llanto, la tristeza, la soledad y la
angustia; sus ojos para siempre ha cerrado.
Ninguna lágrima se ha derramado y, en su
sepulcro, ninguna flor se ha colocado, porque al final del ocaso, de él
nadie se ha recordado...
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