Hace unos días, pude observar cómo una persona desaliñada, de éstas que llamamos indigentes, le sacó una sonrisa a un camarero. Seguramente, que esta persona tiene una gran historia por contar y que, casi nadie, le prestará atención.
Nos pasamos la vida mirando, miramos tanto, que al final, apenas pudimos ver la belleza que delante de nosotros había. Hay tantas cosas, tantos gestos, tantas miradas por ver y admirar que no somos capaces de apreciarlas.
Vayamos un poco más despacio por la vida, observemos más, hablemos menos, escuchemos más, oigamos menos y utilicemos mejor todos nuestros sentidos; seguramente, disfrutemos de cada día mucho más.
UN ABRAZO CON TOTAL SENTIMIENTO
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