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lunes, 23 de junio de 2014

Cuando decimos todo…


Los psicólogos cada vez están más de acuerdo que en pocos años hemos pasado de una sociedad con una disciplina muy dura y padres autoritarios, a otra donde se da a los hijos todo lo que piden (de orden material) y apenas se les ponen límites (horarios que marca el niño, se le consiente todo para que no llore, no se le fija un tiempo para hacer los deberes, mira la tele siempre que quiere, “me encierro en la habitación y no entres”, “ya sabes que la verdura no me gusta”… La ley del péndulo: de un extremo a otro...
La sociedad va en esta dirección y la familia, aunque no quiera, va a rastras, a remolque. Los niños que se educan en los valores del pasado se sienten marginados, distintos de sus compañeros, como si fueran inferiores. Es una habilidad de las madres inculcar valores a los hijos, pero cediendo algo de terreno y adaptándose a los nuevos tiempos...
La madre soltera , sola o con maridos distantes han luchado como la que más para dar a su hijo o hijos un mínimo de bienestar: vestir, colegio, ocio, alimentos, juguetes, aparatos electrónicos…, y ahora se pregunta qué pasó, que el hijo no agradece todo lo que ella ha hecho por él...
Mirando hacia atrás, podríamos decir que el hijo no está obligado a agradecer. Suena mal, pero la realidad es que, siempre que damos algo, sea en la esfera familiar, de amistades, de generosidad con otras personas, no debemos esperar nada. Si esperamos, luego ya es un trueque. Yo te doy esto, pero a cambio espero recibir esto otro...
A los hijos se les quiere, como a los amigos, o a la pareja… y si un día se van, o no responden a nuestras expectativas, es que habíamos apuntado hacia la dirección equivocada...
El amor, cuando se da generosamente y en abundancia, siempre nos es devuelto, pero adaptado a la persona que nos lo retorna y cuando ésta quiere. No olvidemos que las madres, también hemos hecho nuestra vida, a menudo yendo en contra de las indicaciones de nuestros padres, y no les hemos tratado, precisamente, con vaselina. “Esta es mi vida y tú no te metas”, por ejemplo. O bien “no me trates como a una niña, que ya soy adulta”...
Muchas actitudes duelen, pero la vida tiene una ley imparable, y es que los cachorros se independizan y a veces no vuelven. En los humanos, como los descendientes tienen una infancia tan larga (hasta los 18 años), los vínculos con la madre y el padre suelen ser más fuertes que en el resto de mamíferos. Ahora bien, no en todas partes se dan las mismas circunstancias...
En los países más avanzados (por ejemplo una parte de Europa), la familia tiene una corta vida. Los jóvenes suelen irse de casa muy pronto, antes de la mayoría de edad, y no se conserva por mucho tiempo el entramado de lazos familiares con tíos, sobrinos, primos, etc. Gentes de esos países se maravillan ante las estrechas relaciones familiares que existen en otras culturas, y vayan ustedes examinando la suya. Parece como si las desearan, las añoraran. Una familia unida quita libertad, pero a cambio ofrece mayores cuotas de seguridad. Que cada cual escoja su modelo familiar...

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