No te quejes por aquello que no puedes controlar, quéjate por lo que puedes hacer y no haces.
Parece que nuestros padres nos hicieron quejándose, creo que eso no
fue así, más bien a la hora de hacernos, la gran mayoría de los padres
lo disfrutó y, sin embargo, nada más nacer ya salimos llorando. No es
extraño que después, en el transcurrir de los días, escuchemos a tantas
personas quejarse y no precisamente de sus males, sino de todo cuanto a
su alrededor sucede que, casi nunca, nada podemos controlar.
Dejémonos de tantos lamentos, miremos las cosas buenas de la vida y disfrutemos cuanto podamos.
UN ABRAZO LIBRE DE TODA QUEJA
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