Pasamos la vida
justificándonos y explicándonos como si tuviéramos que ser perfectos cuando no
lo somos, y creo que los años sirven para asumir que somos un conglomerado de
defectos y virtudes sin que pueda establecerse una división clara entre ambas
cosas porque todo es muy relativo. Somos nosotros mismos, perfectamente
imperfectos y tampoco hay que pretender ser nada más. La vida a fin de cuentas
es armonía de contrarios y nuestra parte buena no existiría sin la mala, querer
ser lo que no se es, es en realidad lo único absurdo. Ser quienes somos es
nuestra única libertad, ya lo decía Gabriel Celaya:
Porque vivimos a golpes,
porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno...
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