El amor no es
absoluto, pleno, fijo. El amor fluctúa, ondula, sube y baja como la marea, se retrae, se expande, calla, abarca, se
esconde. El amor tiene muchas facetas, lo mismo arde por fuera con besos
juguetones de espuma y de arena, como ahonda, profundiza y se hace una corriente
que nos desarma, nos absorbe. A veces quisiéramos darle todo el mar al amor,
y a veces no tenemos ni una gota de sal que ofrecer...El amor tiene muchas aristas, unas pulidas, suaves,
transparentes; otras filosas, que raspan, que hieren, que hacen llorar...
El
amor no es total, abarca más o abarca menos según el temperamento, pero
como la fe, como la vida, tiene un punto vacío. Cuando se arremolina el amor
sobre nosotros y nos sumerge, nos hace temblar, parece que nada hay más
fascinante sobre la vida y que a nadie ha podido pasarle nada igual.
Cuando se nos vienen encima los días de rutina, de monotonía, de fatigas,
parece que vivimos un amor inconmovible, en el que nunca pasa nada
trascendental...
Cuando crecemos como la ola y empezamos a mirar por sus ojos y a caminar
por sus pasos, y a cobijarnos con su calor, quisiéramos apretarlo entre los
brazos y que jamás se fuera un instante de nuestro lado. Cuando empiezan el
agobio, las tensiones, las realidades reclamándonos, quisiéramos que se
alejara unas horas a cualquier parte, para sentir que nos relajamos, nos
liberamos, nos equilibramos...
El amor es así: asombro, decepción, libertad, asfixia, hambre, sed,
hartazgo, fragilidad, solidez...
Los que han amado mucho tiempo, saben que el amor no siempre es parejo,
fijo, seguro, tierno y acogedor. Tiene sus grados, sus temperaturas, sus
fallos. Tiene lunas llenas: todo cálido, las rosas parecen doradas, los
sueños parecen alas, las sensaciones parecen fuego. Y lunas menguantes en
que los lirios parecen desteñidos y la brisa desganada, y las estrellas
lejanas...
El amor es así, pero es amor porque subsiste a pesar de los días estables y
los inestables, a pesar de vivir una verdad y creer a veces que es una
mentira, a pesar de ser todo nuestro mundo y tratarlo a veces como una cosa
insustancial y secundaria...
Es amor con todo. Porque no se nos va del corazón, ni de la piel, ni del
pensamiento. Porque le daríamos completo nuestro sacrificio y nuestro
renunciamiento...
Hay que querer con ganas de querer. Con magia, renovando los días y las
horas. Querer con luna o aguardando la luna. Querer con mar o esperando el
mar. Querer volando en el espacio o echados sobre el nido. Es un aprendizaje
difícil querer así… ¡pero es para toda la vida!
como la fe, como la vida, tiene un punto vacío. Cuando se arremolina el amor
sobre nosotros y nos sumerge, nos hace temblar, parece que nada hay más
fascinante sobre la vida y que a nadie ha podido pasarle nada igual.
Cuando se nos vienen encima los días de rutina, de monotonía, de fatigas,
parece que vivimos un amor inconmovible, en el que nunca pasa nada
trascendental...
Cuando crecemos como la ola y empezamos a mirar por sus ojos y a caminar
por sus pasos, y a cobijarnos con su calor, quisiéramos apretarlo entre los
brazos y que jamás se fuera un instante de nuestro lado. Cuando empiezan el
agobio, las tensiones, las realidades reclamándonos, quisiéramos que se
alejara unas horas a cualquier parte, para sentir que nos relajamos, nos
liberamos, nos equilibramos...
El amor es así: asombro, decepción, libertad, asfixia, hambre, sed,
hartazgo, fragilidad, solidez...
Los que han amado mucho tiempo, saben que el amor no siempre es parejo,
fijo, seguro, tierno y acogedor. Tiene sus grados, sus temperaturas, sus
fallos. Tiene lunas llenas: todo cálido, las rosas parecen doradas, los
sueños parecen alas, las sensaciones parecen fuego. Y lunas menguantes en
que los lirios parecen desteñidos y la brisa desganada, y las estrellas
lejanas...
El amor es así, pero es amor porque subsiste a pesar de los días estables y
los inestables, a pesar de vivir una verdad y creer a veces que es una
mentira, a pesar de ser todo nuestro mundo y tratarlo a veces como una cosa
insustancial y secundaria...
Es amor con todo. Porque no se nos va del corazón, ni de la piel, ni del
pensamiento. Porque le daríamos completo nuestro sacrificio y nuestro
renunciamiento...
Hay que querer con ganas de querer. Con magia, renovando los días y las
horas. Querer con luna o aguardando la luna. Querer con mar o esperando el
mar. Querer volando en el espacio o echados sobre el nido. Es un aprendizaje
difícil querer así… ¡pero es para toda la vida!
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